11 diciembre 2006

Hoy también te recuerdo, Amanda

Así se titula el artículo de Pilar Rahola publicado hoy en El Periódico, un artículo que enseguida nos remite a una de las víctimas mas simbólicas del genocida que ayer moría: Victor Jara. Victor Jara fué un cantautor referente, y lo sigue siendo, de la canción reivindicativa, además de un destacado miembro del Partido Comunista de Chile que luchaba, como lo hacía el Presidente Allende o los miles de desaparecidos por la dictadura de Pinochet, por un mundo mejor.

Pero los sueños de Victor Jara, Salvador Allende, Pablo Neruda y los miles de chilenos que soñaban con vivir en un mundo más justo y sin clases se torcieron cuando Augusto Pinochet lideró el Golpe que acabó con el Gobierno de Unidad Popular. Tras ese golpe acabó la vida de los ya esmentados para dar paso a una sangrienta y gris dictadura que acababa con los anhelos de los que formaban la Unidad Popular. Ayer murió el dictador que acabó con la vida de esos miles de chilenos y con los sueños de toda una generación, pero la justicia terrenal no debe parar hasta condenar unos hechos que no pueden quedar en el olvido.

Y volviendo al principio, al artículo de Pilar Rahola que me ha encogido por la remisión a esta canción de Victor Jara que descubrí cuando era un niño gracias a mi padre, una canción que habla del amor de dos obreros y de la cruda realidad de algunos de ellos que son desposeidos de su vida. Tras la muerte del dictador Pinochet hoy todos hemos recordado a Amanda con la esperanza de que los anhelos de Victor Jara algún día podrán ser una realidad. En Chile y en el mundo.

Te recuerdo Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él, con él.

Son cinco minutos.
La vida es eterna en cinco minutos.
Suena la sirena de vuelta al trabajo,
y tú caminando, lo iluminas todo.
Los cinco minutos te hacen florecer.

Te recuerdo Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él, con él.

La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él, con él.

Que partió a la sierra.
Que nunca hizo daño.
Que partió a la sierra,
y en cinco minutos quedó destrozado.
Suena la sirena,
de vuelta al trabajo.
Muchos no volvieron, tampoco Manuel.

Te recuerdo Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él, con él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Resistencia! Me enorgullece que tengamos esta posibilidad maravillosa de ejercer nuestra libertad de expresión en la red. Podemos valorar como lo que es: un acto de libertad grandiosa, el poder despotricar contra un dictador, el clamar al cielo por las injusticias y que en la capa de la tierra otros seres puedan oir nuestra voz. Es magnífico.

Discúlpame si te he descolocado. Pensarás ¿a qué viene esto? Es que a veces tenemos que clamar al cielo para que alguien nos oiga. Y a veces va bien decir obviedades, verdades que por suerte son de perogrullo. En este caso dicha obviedad es la libertad de expresión.

La información nos hace libres.